El invierno y la ciudad


Allá en la ciudad triste
- donde un día caí muerto en el pavimento -
se acaba el tiempo en las esquinas,
murmura el cielo sus quejas
y llueven las paradojas de siempre
conminando a las almas a sus guaridas.

Solo queda pensar en relojes y excusas,
contar gota a gota cada suspiro,
las horas y las tormentas,
recordar los soles amarillos del estío perdido,
lejos de las alcantarillas vivas
donde la humanidad se va a morir.

En la ciudad son tiempos de aguacero
donde azota el lamento y su ráfaga,
donde enmohecen las iglesias y sus criptas,
donde ríos de rabia devastan la cuneta triste
y un llanto frío se extiende
por las trajinadas rutas de la miseria.

Caen hojas semi muertas al asfalto, 
se aparean alborotadas y yermas
exhibiendo los pudores del cemento,
avenidas de humanidad diluida, espejos de nada, 
desaparece el pajarito
y el árbol se resigna en la vereda.

Ciudad impávida: fuiste hacia la tumba dura y sola,
te burlaste de la montaña y la roca,
llevaste guerra a los jardines consagrados
y abriste tu santa piel a la codicia.
Tú me dueles, fuiste poderosamente mía 
antes de traicionar tus fieles parapetos.

Son tiempos de frío, sollozos y neblinas
allá en la ciudad entumida donde ya no estoy,
allá, en el centro de un invierno apócrifo...
...Mientras acá en cambio,
en esta isla del trueno y de aguas todopoderosas
suenan risas sobre nuestras cabezas.

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