Afuerino

Debe haber pocas cosas más bellas que un humilde riachuelo fluyendo bajo el ramaje del bosque.
Sí, ahí está absolutamente todo.


Nací por allá, pero soy de acá.
Mi voz resuena como estas islas,
por eso desafía, aparentemente,
los hundimientos de la travesía.

Mis miembros se cubren de musgos
de vez en cuando en la neblina, 
porque tengo sangre verde, perenne,
y latidos de barro me hablan en el pecho.

Mi fuego se consuela en fogón adormilado, 
sí, pero también baila, chispeante,
como hacemos acá por las ingenuas pampas
cuando nos vuelve a nacer la lluvia.

Empedernido, soy tañedor de juncos risueños; 
embrujado, sacudo himnos al aire acantilado, 
ensamblo artilugios vivos, polifónicos, ventosos
y sueño contigo despierto, porque estás acá.

Pregúntenme de dónde vengo
y dos humedales hablarán por mis ojos,
y correrán taciturnos hasta los conchales
a dar fe casi marina de mi otra muerte.

Vine de lejos y eso ya poco importa.
Pero si la curiosidad aún roba vuestra noche…
vengan pal' monte espeso y rebosante,
quizá don Chucao les cuente dónde aprendí a amar.



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