Duérmete niño
¡Salió en las noticias! Primero dijeron 200, después 420. Días después hablaban de 800... ¿1000?
Son sólo números; la pavorosa matemática de los números.
(a los olvidados por la democracia)
Son sólo números; la pavorosa matemática de los números.
(a los olvidados por la democracia)
Cuántos temblores de tus
dientes
ocultan esas paredes
porfiadas, manchadas,
concretas de omisión.
Cuántos escalofríos se
durmieron
guardados tras las rejas del
decreto,
forjados caso a caso,
cautelados con mitos de calle
y datos duros.
Ahí las alambradas están
devorando
a frío lento tus fantasías.
Tú lo entiendes todo,
invulnerablemente.
Posees mil ojos, siempre
oscuros;
conllevas mil oídos,
absolutos.
Somos tu cárcel verdadera y
lo sabes.
La ventana envidia tu mirada
vidriosa y encandilada de
sollozos,
ella quiere las sobras de tu
paisaje
y anclar la vista a un trozo
de mundo,
copia de otro, abyecto y mudo
como puerta cerrada.
¡Niño, no sueñes! – vociferan
los vacíos.
El azulejo roto y el olor del
retrete te miran.
Mañana vendrán del olimpo dos
ciegos a verte.
Escuché decir que fuiste tú,
sí tú, a quién tus juguetes
abandonaron.
¿Ves lo malo que eres? –
graznan los muertos.
La ampolleta vacilante lo
repite por las noches
cuando el sol posa sus lamentos tras del muro
recordando
cuando era tu amigo.
Lo peor es la noche,
la hora cuando es más difícil
hacerte el muerto.
Duerme no más porque el
futuro no te quiere.
Aquí caerá la sombra que vela
indiferencia
y se irán olvidando de ti los pájaros,
el pie en la poza, las
tropelías de pelota
y los volantines de los sangrientos septiembres.
Trata de no escuchar en la
oscuridad
como suenan nuestras risas,
las de todos nosotros, tus
verdugos encubiertos
allá cerca en la casa del
cinismo.
Hijo/hija… te enviamos a
matar mariposas,
somos nosotros los malvados
en esta historia
y la historia sigue siendo
nuestra, sólo nuestra.
Duérmete niño, duérmete ya...
¡Desidia impávida! ¡Silencio
doloso!
A
veces creo en el pecado.
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